Ecuador, martes, 2 Agosto 2016
Las elecciones de febrero de 2017 han provocado la convergencia de dos bloques políticos contra el “correísmo”: uno, el que encabezan tanto Unidad como CREO; y otro, el encabezado por el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC).
En Unidad, la candidatura de Cynthia Viteri, promovida por PSC/MG (Partido Social Cristiano-Madera de Guerrero), seguramente ya no se modificará para dar paso a cualquier otro de los precandidatos del sector, ya que ninguno de ellos tiene opción de triunfo presidencial; y en CREO la candidatura de Guillermo Lasso es inamovible.
Pero Unidad y CREO no tienen diferencias de intereses ni de propósitos. Su anti-correísmo se dirige, de una parte, a tomar cuentas, en el futuro cercano, a todo lo que represente el gobierno de Rafael Correa; y, en lo de fondo, a reconstruir el modelo de economía basado en el mercado libre, la hegemonía de los intereses de la alta empresa privada, la apertura al capital extranjero, la suscripción de tratados de libre comercio, la reducción de impuestos y la flexibilidad laboral.
El espectro de la izquierda política en Ecuador está representado por dos sectores: Alianza País (AP) y el ANC. Ninguna de estas fuerzas reivindica los intereses económicos del bloque Unidad/CREO. Pero no está claro qué mismo es lo que plantea el ANC en térmoinos de la economía, exceptuando algunos principios abstractos que han proclamado como dogmas de fé y lugares comunes: realizar una auténtica revolución, no al capitalismo, no al extractivismo, sí a una economía que favorezca a los sectores populares y a los trabajadores, no a los TLC, por el verdadero socialismo, etc.
En cambio, desde el discurso político, el ANC coincide con la derecha de Unidad/CREO en algunos ataques: autoritarismo, criminalización de la protesta social, hiper-presidencialismo, ausencia de democracia, falta de libertades, etc. Lo más grave es que ante los medios de comunicación, líderes del ANC o de los movimientos sociales tradicionales, privilegian sus ataques al “correísmo” y, a menudo, sin una sílaba contra las derechas económicas del país. Lo justifican con un argumento: el “correísmo” también es la “derecha”.
Si las cosas son así, debería ser el ANC el encargado de ofrecer al Ecuador la alternativa de la “auténtica” izquierda. Pero solo podrá aspirar a algunos puestos en la Asamblea Nacional, que es lo que seguramente más les interesa, porque es evidente que carece de fuerza presidencial, incluyendo a los precandidatos de las dirigencias de los movimientos sociales, que son los responsables de la crisis política de esos sectores y que no tienen fuerza entre sus propias bases.
El punto es tan importante que hasta un tradicional dirigente socialista sostiene que solo en la Asamblea caben los acuerdos parlamentarios con la derecha para revisar una serie de leyes “correístas” que, según él, han sido rechazadas por todo el país. Algo que esas mismas derechas aplaudirán con fervor.
AP, por su parte, apenas tiene unos cuantos meses para tratar de revertir un cúmulo de tendencias y fuerzas desengañadas, rupturistas o alejadas. Difícil tarea. Puede ser que el candidato presidencial que presente gane en fuerza electoral, pero está en riesgo la pérdida de la hegemonía que AP obtuvo para la Asamblea, en las elecciones de 2013.
De modo que, en la práctica política, lo que ya está claramente definido es que habrá dos bloques que confrontarán para la presidencia de la república: de un lado, Unidad/CREO, al que se sumarán otras fuerzas políticas interesadas en obtener con alguno de sus candidatos al menos cierta representación legislativa; y de otro lado AP. Toca preguntarse, entonces, ¿qué hará el ANC ante semejante realidad histórica?
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